Publio Cornelio Escipión, conocido por el apodo de
Africanus, era considerado por muchos el heredero de las cualidades militares
atribuidas a su padre y a su tío.
Pero de ellos no sólo había recibido estos magníficos
atributos, sino también algunos enemigos, entre otros Asdrúbal, el hermano de
Aníbal, y el general púnico Giscón, quienes harían lo posible por acabar
con su enemigo y masacrar sus ejércitos.
Los enemigos también acechaban en Roma, donde el senador
Quinto Fabio Máximo, en una jugada maestra, obliga a Escipión a aceptar la
demencial tarea de liderar las legiones V y VI que permanecían desde hacía
tiempo olvidadas en Sicilia.
Así, según creía el senador, lograría deshacerse del último
de los Escipiones.
Pero otro era el destino de las legiones malditas que, de la
mano de Africanus, lograrían cambiar un capítulo de la historia.